LOS CONSEJOS HASTA QUE SE VIVEN

Miré una flor que
comenzaba a marchitarse,
y le pregunté, si no había
manera de tomar fuerzas
para reverdecer y refrendar
sus colores.

Y pensé porque no busca
inclinarse un poco hacia
el sol, o se protege bajo
la sombra, o tal vez mecerse
un poco con el viento,
o humedecerse con el rocío
de la mañana. 

En fin sugerí
tantas cosas.

Un día sentí
que mi corazón
se marchitaba. 
Y me di cuenta que 
no era tan sencillo
reverdecer simplemente
con el sol, la sombra,
el viento y el rocío.

La respuesta para 
reverdecer estaba
en lo que no veía.







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