SIETE MONEDAS PARA LA VEJEZ

La vejez en una tormenta que se aleja y que
deja recuerdos que duelen y  aguan los ojos,
es un arcoiris sin color, un despertar sin mañana,
es la espera para el creyente de una vida mejor y
para el ateo es la simple muerte y la putrefacción.

La vejez siempre espera, es la mirada hacia el
infinito, es el olvido, una pizarra donde ya nadie
desea escribir.

La vejez busca platicar, pero nadie desea escuchar.
En la vejez todo es lejano, son nombres ya borrados,
son muchas vidas tocadas y amadas. 

La vejez  sólo mira al pasado, porque 
mirar al futuro es de iluso. El joven
sabe que va ha despertar, pero el viejo
ya no sabe que pasará.

La vejez llora, se arrepiente, es débil,
frágil, la vejez come poco, se apaga todo.
los colores se vuelven grises y borrosos.

En la vejez ya nada se antoja,
porque si comes eres un viejo rabo verde 
o una lagartona. El viejo se indigesta.

El viejo huele a viejo, pocos los quieren,
son como si a nadie hubiesen parido o
engendrado. El viejo está solo, se sume
en sus pensamientos, va y viene. 

El viejo algunas veces va y ya no regresa. 

Hoy,
un viejo me contó que cristo le
dijo - levántate y camina.
y yo sólo contesté - amen.

por razones extrañas saque
siete monedas y se las entregué.
¿por qué?
por que me hablo del siete,
y yo le creí.

La vejez siempre es triste, pero
sin las siete monedas es estar
muerto en vida.

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