LAS COSAS QUE SE PIERDE

Se pierde ver las hermosas ramas
del eucalipto trazando figuras
en el cielo, como si fuese su lienzo.

Se pierde de escuchar
Los alegres y alebrestados cantos
de las aves.

Se pierde las miradas mozas
de las jóvenes que por la
vereda pasan.

El florido laurel que presume
el carmín de sus flores.

La melodía de Mozart que rompe
el espacio invisible.

Se pierde la alegría de
experimentar una esperanza
al despertar.

El aroma a yerba húmeda, de la mañana 
que apenas se asoma.

Se pierde el ardiente
verano de una piel, y de sus
pechos que saben a miel.

Se pierde la maravillosa
risa de un  niño.

contemplar la enorme pajarera
repleta de pajaritos de multicolor
vida y de sublimes cantos
en un atardecer.

Se pierde de vivir en la jaula exacta,
la irrepetible, la única, la 
que sólo se disfruta cuando
realmente se ama.

Plantar un naranjo y verlo
florecer cada primavera, comer
de su fruto.

así como cuando se cría
un hijo.

Se pierde del aroma a tortilla
recién hecha, con leña 
y comal.

De ver el mar desde la
lejanía, y el ocaso anaranjado
que poco a poco se va 
dormitando, como el viejo
abuelo en la puerta de la casa.

Se pierde del viento fresco
que alegra el ser. 

Se pierde de rezar un padre nuestro,
que une lo mortal y la
divinidad.

Se pierde el privilegio de ser un
hijo amado, el consentido.

Se pierde la oportunidad
de reconciliarse con su hermano
y con Dios.

Se pierde porque así se siente,
es decir,  se siente perdido.

Se pierde 
porque yace dormido.
Se pierde porque
no se da cuenta
que aún está vivo.

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