DEL BALDíO A LA VIDA

El insondable rincón
de mi ser. aún
poco conocido por mi
mismo.

La umbría esperanza
apenas iluminada
por rebeldes estertores
de , y vida, siempre a
destiempo, ávidos
por restañar el
transcurso de los
días, y hacer lerdo
el tiempo, tan joven
y tan senil a la vez,
depende quien hable
de él, pero, que su
único compromiso es
la muerte.

Más sin embargo, 
la perpetua tertulia conmigo
mismo, ya tan arraigada,
como herrumbre al acero,
me ha dado digamos, cierta
forma de truco, de hacerle 
trampa al existencialismo
innato. Y así juego con el
y alargo el día y doy paso
a la lozana fuerza para
que revitalice un cuerpo
ya agotado, de vez en cuando
guiado por algún olvidado
evangelio, mal entendido
o interpretado a conveniente
acomodo.

Pero que es antídoto
cuando el zumbido de la
vacua soledad e intenta
socavar mi menguada
fortaleza.

Pareciera cruel,
como aquel enemigo,
que finalmente
resulta más amigo
que el amigo.

Y lentamente deja
baldía el alma,
más que después
de la tormenta llega
la calma.

Allí el entendimiento
tan precario, pero justo,
en la altiplanicie del día,
cuando la noche debería,
pero, no lo hace.
Porque la noche requiere
cosas para ser noche;
estrellas, luna, 
una alcoba, y unos labios
ávidos de dominio y
y un vientre repleto
de mariposas dispuesto
a explosionar.

Entonces es noche
sin ser completamente
noche, baldía de todo
menos de búsqueda existencial, 
y así, 
Una a una
van cayendo las respuestas
como tímidas gotas de llovizna,
límpida, sutilmente sublime,
maternal,  que hace que la
vida se haga llevadera.

Y sin más ni más,
de haber sido un espartano
pensamiento, sobrio,
llega la fertilidad,
el verde olor a pino
de vida, a aromática
y paradisíaca fe
y esperanza para
que el mañana sea
de verdadera vida,
sin vacíos.


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